El país mantiene su liderazgo en la producción y exportación de brócoli convencional y orgánico por el esfuerzo de los agricultores, la innovación y su experiencia
Por Amado Vázquez Martínez
Nuestra nación figura entre los principales productores y exportadores de brócoli del mundo, con una industria hortícola que florece en el corazón del Bajío en estados como Guanajuato, Michoacán, Puebla y en otros como Jalisco, donde el clima templado y los suelos fértiles favorecen este cultivo que se ha convertido en uno de los vegetales más demandados por sus cualidades nutricionales y su valor en el mercado internacional.
Para conocer cómo se produce en el campo mexicano, Tierra Fértil dialogó con Edgar Gutiérrez Cobián, coordinador de sanidad vegetal de una empresa agrícola de Guanajuato, experto en el manejo del brócoli, quien explica los procesos técnicos de una hectárea de riego a cielo abierto, desde la preparación del terreno hasta la cosecha y exportación del producto.
«El programa de cultivo inicia en junio y concluye hacia noviembre, con trasplantes semanales y rendimientos que superan las 15 toneladas por hectárea», precisa el ingeniero, al describir una producción que se destina casi en su totalidad a la exportación hacia Estados Unidos, a través de empresas procesadoras.
DEL MEDITERRÁNEO AL BAJÍO
Originario del Mediterráneo oriental, el brócoli (Brassica oleracea var. italica) llegó a América durante la colonización europea y se consolidó en México a mediados del siglo XX, cuando los productores del Bajío lo incorporaron a sus rotaciones de hortalizas y hoy, este vegetal aporta miles de empleos y se posiciona como uno de los más rentables.
Según datos del Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), Guanajuato es el principal productor nacional, seguido de Puebla, Michoacán y Sonora. Cada año, México exporta más de 300 mil toneladas de brócoli fresco y congelado, principalmente a Estados Unidos, Canadá y Japón, con un valor comercial superior a los 300 millones de dólares.
«El brócoli mexicano es reconocido por su calidad y frescura; en nuestra zona lo cosechamos por la mañana y en menos de 24 horas está cruzando la frontera», comenta Gutiérrez Cobián al dar detalles técnicos del cultivo.
PREPARAR TIERRA
El proceso inicia con el análisis del suelo y la limpieza del terreno tras el cultivo previo, que puede ser maíz o ejote. «Primero metemos rastra para deslomar el surco, luego incorporamos la materia orgánica y afinamos el terreno con un paso cruzado», detalla el ingeniero.
Dependiendo de la compactación, se utiliza subsuelo –una herramienta de arado profundo– para airear y mejorar la estructura para, una vez listo el suelo, trazar surcos a un metro entre centros y se instalan las líneas de riego por goteo.
«Trabajamos completamente a cielo abierto, con cintilla y fertirriego. Un mes antes del trasplante mandamos germinar la semilla en vivero y cuando la plántula alcanza entre 30 y 35 días, la llevamos al campo», explica el especialista
SIEMBRA Y CUIDADOS
Por hectárea se establecen 60 mil plantas, con una separación de 16.6 cm entre cada una y antes del trasplante se aplica un herbicida como sello para evitar la germinación de malezas, generalmente pendimetalina y oxifluorfen, para añadir que el trasplante puede hacerse manual o con máquina de cuatro a ocho surcos, lo que garantiza uniformidad y crecimiento parejo.
El primer riego –llamado riego de sello– se aplica inmediatamente después de plantar y a los tres o cuatro días se realiza un sobrerriego con enraizadores y Trichoderma para estimular el desarrollo radicular.
«Nosotros trabajamos con fertirriego desde el primer día porque es la base del éxito: mantener la humedad constante y la nutrición equilibrada», subraya Gutiérrez Cobián al indicar la forma en que nutren al cultivo.

FERTILIZACIÓN Y RIEGO
El programa de fertilización comienza a los 14 días del trasplante y se mantiene hasta los 60 días, con soluciones ricas en nitrógeno, potasio y calcio, pero a partir del día 45 la planta empieza a diferenciar el botón floral, y cuando el florete alcanza tres pulgadas se suspende la nutrición para continuar solo con riego.
El sistema de fertirriego permite aprovechar el agua y los nutrientes con precisión, ya que cada sector se riega según la textura del suelo y las lluvias; en ese sentido el ingeniero dice que en temporada húmeda, la variedad Tláloc muestra una ventaja notable por su tolerancia a la humedad y precocidad de cosecha (75 a 78 días).
Las plagas más comunes son diabrótica, dorso de diamante, gusano soldado, falso medidor y pulgón verde, mientras que las enfermedades frecuentes incluyen Fusarium, Rhizoctonia, Mildiu velloso y Botrytis.
«Aplicamos nueve fumigaciones en total, acortando el intervalo a cinco días cuando aumenta la presión de plagas», dice, para añadir que «el dorso de diamante nos acompaña de principio a fin, pero aprendimos a convivir con él sin afectar el florete», afirma el técnico.
En la producción orgánica, el manejo se intensifica: se sustituyen químicos por Bt (Bacillus thuringiensis), extractos vegetales y biofertilizantes: «En orgánico se fumiga cada cinco días y aunque el costo sube cerca del 50%, el producto se paga al doble en el mercado internacional», explica.
LOS RENDIMIENTOS
Dependiendo de la variedad y del clima, la cosecha inicia entre los 75 y 95 días después del trasplante y por ejemplo, el brócoli Tlaloc –predominante en verano– rinde 15 a 20 toneladas por hectárea o mil 500 a mil 700 cajas de 20 libras para el mercado fresco.
El corte se realiza manualmente cuando las cabezas alcanzan de 5 a 6 pulgadas, y se empacan 25 piezas por caja, con peso aproximado de 10 kg y es la calidad y uniformidad las que determinan el precio: el convencional se paga entre 130 y 160 pesos por caja, mientras que el orgánico alcanza hasta 260 pesos, dependiendo del mercado y la temporada.
«En promedio, por hectárea se obtienen alrededor de mil 900 cajas, lo que equivale a más de 300 mil pesos de retorno neto», comenta el ingeniero Édgar Gutiérrez Cobián, experto en cultivo de hortalizas.
El producto se procesa y floretea en plantas cercanas a Celaya, donde se etiqueta y se embarca hacia Estados Unidos, puesto que en menos de 24 horas desde el corte, el brócoli guanajuatense ya está cruzando la frontera.

MIRADA AL FUTURO
El brócoli representa para México una oportunidad de desarrollo agrícola sustentable y rentable, ya que en el Bajío, los productores combinan tecnología, experiencia y buenas prácticas agrícolas para mantener el estándar que ha hecho del país uno de los mayores exportadores del mundo.
«El secreto está en cuidar cada detalle, desde la preparación del terreno hasta la trazabilidad del empaque», dice, para añadir que «el brócoli mexicano tiene futuro porque detrás hay gente comprometida para hacerlo bien», concluye Edgar Gutiérrez Cobián, con la serenidad de quien conoce a fondo el cultivo que viste de verde los campos del Bajío.



