Las meliponas, abejas nativas de México, son un símbolo de biodiversidad y tradición. Su historia está ligada a la cultura y al amor por el cuidado ambiental.
Por Amado Vázquez Martínez
En un rincón apacible, nos encontramos con Juan Ramón Rojo, mejor conocido como «Juan Colorado», un apicultor apasionado por el mundo apícola y las abejas meliponas: «Yo soy tercera generación de apicultores», comenta con orgullo, cuyo legado comenzó con su abuelo y su padre, ambos dedicados al arte de la apicultura, quien desde pequeño aprendió a respetar y comprender a estos pequeños seres, formando un vínculo imborrable con ellos.
La vida entre colmenas le enseñó a Juan Colorado que el cuidado de las abejas no solo implica técnica, sino amor y respeto. «A mí lo que me apasiona es toda su organización y su forma de trabajar de sol a sol», comparte emocionado, pero la lección más importante que ha aprendido es su sistema de orden y liderazgo, donde las obreras toman decisiones clave para su comunidad.
MELIPONAS MEXICANAS
Las meliponas, abejas originarias de América y México, son diferentes de las europeas que llegaron con los colonizadores, ya que su principal característica es la ausencia de aguijón, lo que las hace menos agresivas y más aptas para la apicultura sostenible: «Son especies muy poco conocidas y únicas en su forma de organización», explica Juan mientras muestra un panal con su peculiar estructura en discos.
Aunque su producción de miel es menor, apenas un litro por colmena al año, este dulce tiene propiedades excepcionales, porque es líquida y se utiliza en tratamientos oftálmicos, para cicatrizar heridas y como remedio natural: «Es una miel más bien curativa, muy apreciada y valiosa», señala el apicultor, destacando su uso entre las comunidades mayas desde tiempos ancestrales.
La apicultura con abejas meliponas enfrenta retos como el desconocimiento y la urbanización, dice, para añadir que «hay que tener control y cuidado para evitar riesgos, especialmente cerca de núcleos de población», comenta Juan Colorado, quien promueve la conservación de estas especies mediante prácticas responsables.
Las meliponas también reflejan el respeto y amor hacia la naturaleza que los apicultores como Juan buscan inculcar en la sociedad. «Estas abejas nos enseñan orden, trabajo constante y cómo vivir en armonía con el entorno», concluye con un brillo en los ojos que revela su admiración profunda por estos seres diminutos pero indispensables.
Las meliponas enfrentan desafíos ambientales y sociales, mientras continúan siendo un símbolo de biodiversidad y medicina natural, quienes poseen un complejo mundo, pues a diferencia de las europeas, particularmente la meliponas de Juan, son muy pequeñas.

VARIAS REINAS
Estos insectos tienen un sistema único de organización en sus panales, que construyen como discos o estructuras en forma de galleta para alojar a sus crías y separan cuidadosamente el polen y la miel: «De estas colmenas también se extrae la cera de Campeche, un producto valioso por su calidad», explica Juan Colorado, apasionado apicultor.
A diferencia de las abejas europeas, en las meliponas puede haber más de una reina en cada colmena, lo que les permite dividirse y formar nuevas comunidades. Su producción, aunque limitada, tiene un impacto significativo: un litro de miel al año por colmena. «Aunque producen menos miel, sus propiedades medicinales la hacen incomparable», añade el apicultor.
La mortandad de las abejas meliponas es un problema creciente, impulsado por el cambio climático, el uso indiscriminado de insecticidas y las plagas, además, los fumigantes basados en nicotinoides y de quinta generación afectan su sistema nervioso central, causando problemas de orientación y pérdida de memoria.
«Es recomendable alejar las colmenas de zonas de cultivo para evitar la exposición a químicos peligrosos», indica Juan Colorado, pero aunque Quintana Roo y Colima cuentan con legislación que protege a los polinizadores, el resto del país aún carece de normas sólidas al respecto, por lo que dice el apicultor que deben establecerse leyes que protejan a otros polinizadores cruciales para el ecosistema.
«El propóleo tiene más flavonoides, lo que lo hace particularmente beneficioso para la garganta», comenta y añade que los productos de las meliponas son menos comunes pero representan un mercado valioso y en crecimiento.
LAS GUARDIANAS
Las abejas meliponas, al igual que sus hermanas europeas, tienen un papel fundamental en la polinización de más del 75% de las plantas agrícolas que alimentan a la humanidad. Como expresó Juan Ramón Rojo, apicultor mejor conocido como “Juan Colorado”, «si las abejas desaparecen, nosotros tendríamos apenas cuatro años de vida». Estas palabras, que evocan la frase atribuida a Einstein, reflejan una verdad crucial: sin polinizadores, la producción de alimentos básicos estaría en riesgo.
Además de la miel, las abejas producen propóleo, cera y polen, todos elementos valiosos tanto para la medicina como para la industria artesanal. Las meliponas, en particular, aportan una miel con propiedades curativas únicas, reconocida desde tiempos ancestrales por comunidades mayas.
Sin embargo, las abejas enfrentan una creciente amenaza debido a actividades humanas como la deforestación, el uso de insecticidas y el cambio climático e incluso la planeada apicultura urbana y la legislación deficiente aumentan los riesgos para su supervivencia: «Cuidar a las abejas es cuidar el medio ambiente», enfatiza Juan Colorado.
La mortandad de las abejas no distingue entre meliponas y europeas; ambas sufren por el uso de pesticidas basados en nicotinoides que afectan su sistema nervioso, provocando desorientación y colapso de colonias y acota sobre la importancia de fumigar adecuadamente los campos de cultivo.
El apicultor subraya la importancia de fumigar durante la noche y de promover leyes que protejan a los polinizadores en todo el país.
FUTURO CON ABEJAS
La apicultura no es solo una actividad productiva, sino un puente entre el hombre y la naturaleza, pues las abejas, tanto meliponas como europeas, son más que productoras de miel, son guardianas de la biodiversidad y la estabilidad ecológica, por lo que su desaparición tendría un efecto devastador en los ecosistemas y la seguridad alimentaria global.
Protegerlas implica educar, legislar y adoptar prácticas responsables. Su labor incansable de polinización nos recuerda que cada flor, fruto y semilla en nuestras mesas es, en gran parte, gracias a ellas. Cuidar de las abejas es una deuda con el medio ambiente y con las generaciones futuras.
«Las abejas nos enseñan a organizarnos, trabajar y vivir en armonía con el entorno», concluye Juan Colorado. Y así, su zumbido seguirá siendo el eco de un mensaje urgente: amar y proteger la vida en todas sus formas.


