En 2025, el reto de lograr un desarrollo sustentable en México y el mundo se intensifica. La agricultura debe adoptar prácticas ambientalmente responsables para combatir el cambio climático y asegurar un futuro próspero y sostenible para las próximas generaciones.
Por Sara Alejandra Fuentes Palma | Ingeniera en biotecnología
Existen muchos retos sociales, financieros, políticos, de talla nacional e internacional que hacen del 2025 un año retador para lograr lo que nosotros conocemos como desarrollo y a todas estas problemáticas que nos impiden tener un escenario más entusiasta, tenemos que agregar el cambio climático y México, como país en desarrollo y con alta productividad agrícola, tiene la necesidad de emplear insumos y prácticas de cultivo ambientalmente inteligentes, así como la elección de tierras adecuadas sin propiciar la deforestación y la degradación del suelo fértil.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, el desarrollo sustentable para los sectores productivos (agrícola, forestal y pesquero) tiene como principio conservar la tierra, agua y biodiversidad sin degradar el medio ambiente, mientras sea técnicamente apropiado, económicamente realizable y socialmente aceptable.
Desde la década de 1970 se comenzó a alertar, en reportes como «Los límites del desarrollo», publicado por el Club de Roma, sobre las consecuencias globales que muchas de nuestras actividades humanas habían provocado.
A partir de entonces se reconoce que social y económicamente habíamos apostado a un solo tipo de crecimiento que tenía como característica elevados patrones de producción y récord en el nivel de consumo; entonces la sociedad tuvo la necesidad de nuevos conceptos para redefinir el desarrollo y llevarlo hacia el futuro.
Medio siglo después, en este año 2025 ¿Tenemos presente la problemática medioambiental en todas nuestras actividades productivas para el desarrollo?
Los productores de la industria agropecuaria y sus inversionistas tienen que aunar esfuerzos para que los emprendimientos de este sector se enfoquen en mejorar la cadena productiva primaria, generar competitividad agropecuaria y apertura para abordar nuevos e importantes indicadores de sustentabilidad en los agronegocios.
Se proponen tres objetivos prioritarios para la actividad agrícola y rural: asegurar la seguridad alimentaria, generar empleo e ingresos para erradicar la pobreza y la protección al medio ambiente y sus recursos; así como optar por insumos (combustibles, fertilizantes, plaguicidas, etc.) con bajo impacto ambiental, buscando equilibrio con la diversificación de tecnologías y prácticas de producción donde la clave es la conservación y regeneración de los recursos para que las actividades puedan mantenerse productivas y por lo tanto lucrativas.
NUEVO FORMATO DE DESARROLLO
La propuesta de tener una perspectiva ambiental para todos y cada uno de los problemas que enfrentamos como sociedad ha abierto muchos debates, críticas y diálogos para mejorar la visión de desarrollo que compartimos como individuos, empresas, productores y política.
Por ello, se ha puesto especial alerta en las acciones ambientales, como evitar contaminación de aire, suelo y agua, en limitar y sustituir agroproductos agresivos que generan acumulación de contaminantes y toxicidad en los espacios naturales, protección a especies vegetales y animales amenazados, el consumo responsable, entre otras acciones más que ahora se toman en cuenta para actuar ante el desafío medioambiental.
Para el año 1980, la Unión internacional para la protección de la naturaleza, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Fondo Mundial para la Naturaleza se reunieron en la Primera Estrategia Mundial de la Conservación, que obtuvo como resultado una nueva definición para el desarrollo, añadiendo el término sustentable para responder ante la creciente preocupación por el descuido ambiental que hasta ese momento se había tenido.

SISTEMA AMBIENTAL
Según el Dr. Marcel Ashkar en el documento «Indicadores de sustentabilidad», podría entenderse la sustentabilidad como la condición del sistema ambiental en el momento de producir, renovar y movilizar los elementos de la naturaleza, minimizando la generación de procesos de degradación del sistema, tanto en el presente como en el futuro.
Dada que la producción agropecuaria es una actividad cien por ciento determinada por los humanos, se consideran cuatro dimensiones importantes: la ambiental, es decir aquellos aspectos dedicados a la relación con los ecosistemas, los ciclos naturales y la biodiversidad; la dimensión social, que busca equidad en la accesibilidad de los bienes entre la diversidad social.
La dimensión económica, para poder traer nuevos conceptos basados en la economía tradicional para la producción, distribución y consumo equilibrado y finalmente, la dimensión política de la sustentabilidad que busca la participación de organizaciones, estados y líderes para plantear el futuro global de la industria agrícola.
Poco a poco el desarrollo sustentable fue definiéndose como aquel que satisface las necesidades humanas presentes sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones; en 1987, durante la Comisión Mundial del Medio Ambiente y el Desarrollo en las Naciones Unidas, se incorporó está definición que actualmente es base de las estrategias de crecimiento.
Muchas veces, para lograr la sustentabilidad, las diferentes actividades primarias deben sumarse y generar sistemas agropecuarios eficaces con todos los recursos, utilizando lo existente en el lugar de operación, lo destinado al consumo humano y el aprovechamiento de los desechos o subproductos.
Un ejemplo puede ser una granja integral como lo plantean en el artículo «Sustentabilidad de los sistemas de producción agropecuaria» de la revista Puriq. En este tipo de proyectos se busca articular un sistema que aumente el rendimiento de la superficie y asegurar la rentabilidad del negocio, mediante el aprovechamiento de la mayor parte del suelo sin descuidar su integridad.
LOS INDICADORES
Mientras que los indicadores de crecimiento convencionales pueden buscar comportamientos económicos y de desempeño, los indicadores del desarrollo sustentable pueden tener criterios monetarios que consideren los recursos naturales, los servicios ambientales y los ingresos o la pérdida de patrimonio que pudiera haber.
En las actividades agropecuarias hay una necesidad de evaluar el nivel de daño que se ha producido por su implementación y desarrollo, por lo que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos propone indicadores que logran visualizar el impacto. De inicio están los ambientales, como la huella hídrica para fomentar el uso eficiente de agua, calificar los niveles de erosión del suelo (toneladas/hectárea/año) y cuantificar el contenido de materia orgánica.
Otro indicador de sustentabilidad son la métrica de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI): el metano presente en la ganadería, el óxido nitroso derivado del uso de fertilizantes y el dióxido de carbono generado por la maquinaria necesaria para el transporte y trabajo agrícola.
Económicamente la sustentabilidad en la producción se mide por el rendimiento de los cultivos, el nivel de subsidios e inversión pública destinados a mejorar las condiciones de la industria y la inversión en investigación y desarrollo para nuevas tecnologías sustentables.
Los indicadores sociales buscan comprometerse con el bienestar rural, comparando ingresos entre hogares rurales y urbanos, así como la accesibilidad a los servicios básicos. La seguridad alimentaria es también importante, pues el acceso a dietas diversificadas y la disponibilidad calórica per cápita influyen en el desarrollo de las localidades productoras.
SUSTENTABILIDAD EN MÉXICO
México, como un país en desarrollo y con alta productividad agrícola, tiene la necesidad de emplear insumos y prácticas de cultivo ambientalmente inteligentes, así como la elección de tierras adecuadas sin propiciar la deforestación y la degradación del suelo fértil.
También tiene la gran necesidad de responder socialmente a la seguridad alimentaria y a buscar ser eficaz y estable para poder seguir generando empleo y crecimiento a la población. La agroecología en México ha de responder a estas situaciones sociales y naturales, asumiendo una postura de defensa de los recursos y de acercamiento con las localidades productoras de alimentos.
Crear sinergia entre la cultura de las localidades, la tecnología y desarrollo científico con las relaciones estrechas entre organizaciones de perspectiva ambiental y políticas de desarrollo sustentable, beneficia el crecimiento de la capacidad económica del país y es una herramienta clave para que en años complicados como el 2025, México pueda destacar con los valores de la sustentabilidad más característicos, la responsabilidad y resiliencia para responder a los grandes desafíos globales.