Por Andrés Canales Leaño | Director General

 

El sector agropecuario de México se encuentra en un punto crucial de su evolución, enfrentando desafíos heredados y climáticos que exigen respuestas innovadoras y una colaboración estrecha entre productores y el Gobierno Federal para atender temas como la ganadería de carne y de leche, amenazada por plagas como el gusano barrenador, la falta de financiamiento, aunque en contraste la agricultura de granos y la exportación de agroalimentos marcan el ritmo de una agroindustria que es vital para la economía y el bienestar de millones de mexicanos y sin duda una salida es hacer las cosas en el campo mexicano trabajando en unidad.

Un ejemplo de la forma de trabajar de manera conjunta es Jalisco, que se convirtió en la última década en el «gigante agroalimentario» nacional al ser el principal productor de alimentos, con un promedio de 41 millones 769 mil toneladas y sigue a la cabeza como productor de leche, huevo, cerdo, res, algunas berries y segundo en producción de aguacate y caña de azúcar, entre otros rubros, lo que se ha logrado gracias al trabajo colaborativo de agroproductores, agroindustriales, universidades, gobierno y asociaciones. 

En el país, observamos que la agricultura de granos, en especial el cultivo de maíz, enfrenta dificultades crecientes debido al costo de producción, la competencia internacional y las presiones del mercado, a lo que se suma la reciente noticia del arancel al tomate mexicano, que impone nuevas barreras a los productores y exportadores de este fruto clave para el comercio exterior.

En contraste, el mercado de exportación de agroalimentos sigue mostrando una fortaleza notable en productos como tequila, cerveza, aguacates, berries y vegetales frescos, que mantienen una demanda al alza en mercados internacionales, posicionando a México como un referente agroindustrial.

Sin embargo, el sector agropecuario no está exento de problemas relacionados con el cambio climático: Las sequías de los últimos tres años han golpeado severamente la producción, generando una grave carencia de agua para riego, escenario que ha impulsado la búsqueda de soluciones sostenibles y tecnologías de conservación que permitan a los productores adaptarse a una realidad cada vez más exigente.

El Gobierno Federal ha reconocido estos desafíos y está enfocado en encontrar respuestas que beneficien a toda la cadena agropecuaria, pues su prioridad es garantizar la continuidad del sector y proteger a los productores frente a un entorno de incertidumbre y situaciones heredadas.

Por su parte, el sector agropecuario mexicano se suma activamente a este esfuerzo, apostando por la innovación, la adaptación y la cooperación, agroindustria que ha demostrado su capacidad de respuesta ante escenarios difíciles y, con el respaldo de políticas públicas adecuadas, podrá fortalecer su posición en el ámbito nacional e internacional.

México cuenta con una tradición agroalimentaria que ha sido símbolo de identidad y progreso y es momento de consolidar estrategias que preserven el equilibrio entre producción, comercio y sostenibilidad, asegurando que el campo siga siendo un motor de desarrollo para el país.

La resiliencia y el compromiso del sector agropecuario serán determinantes para superar los retos actuales y sin duda el ejemplo jalisciense ha demostrado funcionar en apoyo del campo en momentos difíciles, al proveer al sector, dentro de sus posibilidades presupuestarias, de aseguramientos, apoyos al sector agrícola y pecuario para continuar produciendo, todo lo cual ha sido producto de la unidad, el diálogo y soluciones debidamente estructuradas, lo que puede aplicarse al campo de México.  

Juntos, encontremos la solución a esta problemática por el bien del campo de nuestro querido México.

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