En pasadas ediciones comentamos las principales causas del colapso del campo en México por factores tanto internos como externos, aunado a los caprichos de la naturaleza, ya que las condiciones climáticas son parte fundamental del plan, siembra, desarrollo y rendimientos de las cosechas, las cuales no dependen del agricultor, que sigue arriesgando año tras año su cada vez más limitado patrimonio sembrando la semilla a la buena de Dios, pero ante las difíciles condiciones de los agricultores del país por la sequía y falta de programas, se hace necesario rescatar a nuestro campo con políticas públicas que impulsen la producción de alimentos mediante el diálogo para encontrar y tomar medidas junto con los agroproductores para garantizar la viabilidad del sector rural.
El Gobierno Federal del sexenio anterior dejó en pleno abandono la producción de alimentos, pero en cambio, fueron privilegiadas grandes agroindustrias al permitirles importaciones masivas de granos básicos y cárnicos de dudosa calidad, pero con menor costo de producción, al ser subsidiados los ganaderos y agricultores en los países de origen de tales productos, lo que deja fuera del mercado al productor mexicano, cada vez más desplazado por estar en un piso cada vez más disparejo, lo que representa un grave riesgo para la tan mencionada “soberanía alimentaria”.
La agricultura de Sonora es un ejemplo del desplazamiento que sufren los productores nacionales: Tan solo de trigo sembrarán a muy duras penas alrededor de 25 mil hectáreas, que representan aproximadamente 160 mil toneladas, cuando en un ciclo normal se siembran 250 mil hectáreas que producen un millón 600 mil toneladas, las cuales ya no llegarán a las mesas de los mexicanos, al menos no con grano nacional.
Ante tan preocupante situación, tanto agroproductores como organismos agropecuarios y el propio gobierno debemos estar más unidos y, sobre todo, ser más propositivos, priorizando las soluciones ante los ya tan obvios problemas que azotan el campo mexicano, pues buscar culpables ya no es opción, sino por el contrario, debemos, juntos, buscar soluciones.
Es tiempo de privilegiar el diálogo con el nuevo Gobierno para que impulse un plan de rescate estratégico y de carácter urgente del campo mediante mesas de trabajo, así como con gestiones permanentes con el nuevo secretario de Agricultura, Dr. Julio Berdegué Sacristán, quien cuenta con amplia experiencia, criterio y voluntad para resolver la problemática del campo.
Julio Berdegué ha dedicado su vida profesional al sector primario de manera exitosa y ante años de abandono del sector agropecuario, la tarea no es nada fácil para la presidenta, Dra. Claudia Sheinbaum, ni para el secretario Berdegué: encontrarle solución al tema del campo, el cual representa un gran reto en estos tiempos tan complicados cuando el gobierno llega con unas finanzas deficitarias de la pasada administración federal que privilegió el uso social de los recursos destinados al campo, que fueron usados no para producir alimentos, sino para otro tipo de programas más de carácter social.
Sí, en lugar de privilegiarse la producción de alimentos, tal parece que se privilegió su importación a precios de dumping, como, por ejemplo, la carne de cerdo, entre otros productos que día a día consumen los mexicanos en el país.
Pero, como ante cualquier adversidad, por más que parezca imposible, la voluntad y la fe mueven montañas, por ello debemos encomendarnos más a Dios y nunca claudicar en la lucha por el rescate y defensa de nuestro campo mexicano.
Por nuestra parte, como agroproductores, estamos dispuestos al diálogo y a la apertura para encontrar soluciones conjuntas al tema de los cultivos mediante la construcción de opciones reales que permitan garantizar la autosuficiente alimentaria, la que todos buscamos para tener un campo fuerte y fortalecido ante los retos del calentamiento global y los desafíos que representan los mercados internacionales.