ING. LUIS FERNANDO HARO ENCINAS
DIRECTOR GENERAL | CONSEJO NACIONAL AGROPECUARIO
El maíz es un emblema nacional que juega un papel muy importante dentro de la dieta de los mexicanos y es parte integral de nuestra historia y cultura; este producto nos representa internacionalmente, pues ¿quién no ha escuchado de las tortillas, los tamales o el pozole? Por si fuera poco, este grano es también usado dentro de otros subsectores agroalimentarios, tal es el caso del pecuario, donde es el principal alimento básico para los animales, o bien, en la agroindustria para la producción de almidón, principalmente.
No obstante, prevalece una gran controversia en México con el tema de la autosuficiencia de maíz. En el país se consumen anualmente alrededor de 44.5 millones de toneladas (Mt) de este grano, de las cuales producimos aproximadamente 26.7 Mt, donde más del 90% corresponde a maíz blanco y el resto a maíz amarillo, por lo que para poder cubrir el 100% de las necesidades de consumo se requieren importar alrededor de 18 Mt.
El promedio de los últimos 5 años arroja que el consumo nacional de maíz blanco es de alrededor de 24 Mt (cerca de 13.5 Mt para consumo humano); si consideramos que la producción nacional de maíz blanco está llegando a superar los 24 Mt se puede decir que somos autosuficientes en su producción.
No así para el caso del maíz amarillo, ya que tomando en cuenta el mismo periodo se requieren de alrededor de 20 Mt para satisfacer la demanda interna (15.5 Mt para uso pecuario), teniendo una producción nacional de apenas 3 Mt, lo que nos hace altamente dependientes del mercado internacional.
La demanda sigue creciendo y no en ese mismo ritmo la producción nacional; de hecho, se estima que este 2024 las importaciones de maíz alcancen las 19 Mt, volviéndonos el 2º importador de este producto a nivel mundial, solo después de China; según datos del Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA), a abril de 2024, versus el mismo periodo de 2023, las importaciones de maíz subieron un 22.2%, llegando a 8.33 Mt con un valor de mil 873.3 millones de dólares, 5.9 Mt provenientes de EE.UU., (5.8 Mt de maíz amarillo y 73 mil de maíz blanco).
Solamente en abril de este año se estableció un nuevo récord mensual en importaciones, alcanzando 2.35 Mt. Actualmente, la comercialización de maíz está atravesando una «tormenta perfecta».
Durante el 1.er trimestre de 2024, la producción nacional de granos y oleaginosas en México cayó un 14.5% por la aguda sequía que se vive en el país, a lo cual hay que sumarle que la inflación sigue permaneciendo en niveles relativamente altos y que el tipo de cambio actual continúa abaratando las importaciones, y por su parte, esto presiona a la baja los precios pagados al productor en México.
Adicionalmente, los precios de los granos han caído drásticamente a nivel mundial en años recientes (en abril del 2024 versus el promedio de 2023, el precio del maíz se ha reducido en -24.1%), lo que ha impactado en las referencias en el mercado nacional.
Finalmente, los costos de producción se incrementaron sustancialmente (al menos un 35%), aun cuando ya se registra una caída en los precios internacionales de los fertilizantes. Ante la interrogante de si México tiene la capacidad de aumentar la producción de maíz a nivel nacional, la respuesta es que sí.
Sin embargo, para conseguirlo es necesario definir una política pública que permita elevar la producción e implementar programas de apoyo enfocados, no solo a incrementar la productividad, sino también a hacerlo de manera sustentable.
Es inviable creer que de la noche a la mañana podremos incrementar la producción en casi 19 mdt (que es lo que se estima importar este año), más aún si consideramos que los recursos tierra y agua son limitados, que seguimos registrando los estragos de una sequía prolongada, y que los rendimientos actuales no nos lo permiten (3.9 ton/ha en México versus 11.1 ton/ha en EUA), por lo que la solución se encuentra indudablemente en la implementación de la innovación agrícola, a través del uso de semillas mejoradas y paquetes tecnológicos que permitan una fertilización adecuada, control de plagas, enfermedades y malezas, manejo del riego, y demás variables, que nos acerquen a alcanzar el máximo potencial productivo del cultivo.
Nos debe quedar claro que la competencia no es interna, sino con productores agrícolas de otros países que cuentan con condiciones más favorables y de mayor certidumbre que les permiten tener mejor rentabilidad y con ello garantizar la producción y el abasto suficiente para atender las necesidades de su población.
En este sentido, el apoyo a los pequeños, medianos y grandes productores nacionales es clave, lo cual, aunado a políticas públicas justas, el soporte gubernamental e inversión en innovación, nos podría permitir acercarnos cada vez más a la tan anhelada autosuficiencia alimentaria nacional de maíz, más allá de la ya añeja discusión en torno a las variedades.