Para científicos, agroproductores, comercializadores y analistas, el maíz transgénico y el glifosato no son peligrosos para el humano y prohibirlos afectará al campo y a la alimentación humana

Por Amado Vázquez Martínez

El maíz transgénico no representa un riesgo para la salud humana ni el herbicida glifosato, como lo afirman quienes sin basarse en la ciencia, los prohibieron en México, pese a que el país se acerca peligrosamente a China como segundo importador del grano, aunado a que la prohibición de la compra afecta el T-MEC, y más debe preocuparle al sector oficial aumentar la producción con mejor semilla y técnica para enfrentar la demanda interna.

A México más le debería de preocupar ser autosuficiente en la producción del grano debido a que no existe abasto internacional de maíz híbrido porque prácticamente nadie lo siembra y quienes lo hacen, como Ucrania, están en guerra.

Por ello, coinciden, debe impulsarse el cultivo de mejores variedades para obtener más rendimiento en lugar de regalar fertilizante, como lo realiza el gobierno federal, ya que a nivel internacional incluso existe la nueva generación de híbridos de edición genética CRISPR que sustituirán a los transgénicos.

Y aunque en este 2023 habrá récord en la producción de maíz en México, especialmente en Sinaloa, será insuficiente para cubrir las necesidades mexicanas, que este año se acercarán peligrosamente a los 18 millones de toneladas, con 17.9 millones de toneladas de grano amarillo para el sector pecuario y agroindustrial.

PRODUCIR MÁS

Por esta causa, señalan las voces más importantes de la ciencia y el sector agroproductivo mexicano, la política agropecuaria nacional debe cambiar para garantizar una producción suficiente en la tierra que dio origen al maíz, pues de lo contrario, la alimentación de los mexicanos corre peligro.

Las técnicas agroecológicas y repartir fertilizantes no producen lo suficiente para abastecer la demanda, aunado a impedir importaciones de maíz transgénico aduciendo que daña la salud humana sin bases científicas, afirma Arturo Silva Hinojosa, quien lidera el equipo de investigación de maíz para América Latina del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y la vicepresidencia de granos del CDAAJ.

Para Juan Carlos Anaya, director general del Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA),  impedir las importaciones de maíz transgénico y el uso del glifosato «es como darse un balazo en el pie», porque la demanda de maíz aumentará este año y el abasto interno y global de grano es insuficiente, asevera.

Y la afirmación oficial y de grupos ambientalistas de que el maíz transgénico y el glifosato son cancerígenos la rebate José Miguel Mulet Salort, doctor en bioquímica y profesor de la Universidad Politécnica de Valencia, España, quien afirma que prohibir el agroquímico en la agricultura dañará la alimentación y economía mexicana, en lo que coincide el director de la Unión Mexicana de Fabricantes y Formuladores de Agroquímicos A.C. (UMFFAAC), Luis Eduardo González Cepeda.

Tales afirmaciones las respaldan el ingeniero Bernabé Pérez, líder de investigación y desarrollo, junto con el director de comercialización de la empresa mexicana productora de semillas Novasem, ingeniero Juan Díaz y el contacto con empresas y sector oficial Armando Gómez.

Además, el organismo gremial más importante de México, el Consejo Nacional Agropecuario, que preside Juan Cortina Gallardo, por su parte fijó su posición al señalar que «las medidas que se traten de imponer sean basadas en ciencia y no en ideologías que pretendan imponerse sin contar con la evidencia científica que lo demuestre».

En general, todos coinciden en que no es momento de prohibir la importación de maíz transgénico, ni el glifosato porque México necesita producir más grano con semillas híbridas mejoradas en lugar de intentar cultivar transgénicos, aunado a instaurar políticas públicas para fomentar la productividad, tradicional talón de Aquiles del campo mexicano.

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